miércoles, octubre 24, 2007

An address to &c.

Elizabeth II, by the Grace of God, of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland and of Her other Realms and Territories Queen, Head of the Commonwealth, Defender of the Faith:

Hágame un guiño, doña, y le prometo que a la que le dije, si hace falta, la sigo hasta Avalon.

lunes, octubre 08, 2007

Cómo voltear una pared sin hacer el más mínimo esfuerzo

"Oh, what fun it'll be, when they see me through the glass in here, and can't get at me!"
Lewis Carroll, Through the looking glass, and what Alice found there, 1. 1871

De un lado:

Cinco butacas, en el cine. En la central, un hombre joven, con barba de varios días y varios tipos de resignación en la cara, mira una película. Lo flanquean sendas parejas, jóvenes también, que se quieren. La luminiscencia entre plateada y roja de la pantalla resalta el contraste y las ojeras.

Del otro lado:

Dos butacas, en el cine. En una, un hombre joven, con barba de varios días y un traje barato, mira obnubilado a la rubia platino que tiene al lado. Ella, de quijada fuerte, parece concentrada en la película.

Una de las dos, la mejor lograda, es parte de Luces al atardecer, de Kaurismäki.

Nota de la fruta: El título de la entrada obedece a que, originalmente, como casi siempre, teníamos otro texto en mente, uno en el que ponderábamos el desgano (o la malicia) de la cajera del cine, cuya interpretación literal de nuestro "No sé... por la mitad está bien" nos puso entre las únicas cuatro butacas ocupadas de la sala. Lo descartamos porque habría implicado una argumentación cargadísima de falacias y porque, siempre, Carroll es mejor opción.

Segunda nota de la fruta: A guisa de llamado imperioso a la solidaridad, solicitamos a la intersección del conjunto de lectores y el conjunto de personas que vieron la película que nos haga llegar el paradero, en Argentina, de una mesa al menos similar a la que aparece en el departamento de Koistinen. En unas dos o tres semanas, no bien superemos algunos inconvenientes técnicos, subimos la captura correspondiente, para ayudarlos en la búsqueda. Gracias.

miércoles, octubre 03, 2007

Herzog: Conquistador of the useless

"Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería..."
Alejandro Dolina, "Historia del que no podía olvidar", Crónicas del Ángel gris. 1996

"Igual a vos te gusta la cosa complicada", me dijeron el otro día. La interpelación, más allá de inspirar un "mucho" relativamente instantáneo, me recordó una reivindicación que llevaba un par de meses de olvidada y que, por supuesto, casi sin excusas, procedí a olvidar una vez más.

No obstante, en alas de sabe Dios qué pajarraco del inconsciente, hoy me miré mirando, con bastante fruición y anotador en mano, la largamente postergada Burden of dreams (1982), de Les Blank. La cinta de marras es un documental sobre la filmación de Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog. Antes de arriesgar una tercera señal, que supuse terrible, decidí sentarme a darle un poco de forma a la reivindicación dos veces olvidada.

(Acá venía un encomio de la intuición de Blank, que se mandó hiperbólicamente a filmar la filmación de una película, sin demasiadas certezas sobre el producto final. Sin embargo, bien pensado, filmar la interacción de Herzog, Kinski, un ejército de indios y la mano desnuda de Dios —interpretada maravillosamente por la selva peruana— es algo natural y necesario, casi obvio. De cualquier modo, gracias).

Si bien es cierto que esta entrada toda (va siendo hora de que lo sepan) es una buchoneada épica, un spoiler ensordecedor, una selección arbitraria de algunos de los datos incluidos en Burden of dreams, no nos da el piné para hacer lo mismo con Fitzcarraldo. Baste con decir que el protagonista, interpretado por Kinski, tiene una obsesión, cuya realización necesita, deliciosamente, de la realización previa de la obsesión del director de la película, lo que él considera su "metáfora central" (y que, por esa razón, no está dispuesto a mancillar con efectos especiales ni truco de feria alguno): arrastrar un objeto muy grande (un bruto barco, digamos) ladera arriba y ladera abajo en un monte, a fin de lograr que el objeto en cuestión llegue de un punto A (un río, digamos) a un punto B (un río, distinto del anterior, digamos). Toda la mudanza, por cierto, se tiene que hacer casi a pulso.

(Cabe notar que el personaje histórico en el que está basado el protagonista, ante una encrucijada similar, cayó en el facilismo de desarmar el objeto —el barco, digamos— y armarlo del otro lado del monte, lo cual no nos merece ningún respeto).

Quizá porque la empresa tiene un innegable olor a Babel y porque camina con la pata de Ahab, la divinidad decidió complicar lo ya complicado con algunas contingencias, en algunos casos, de buen gusto. De todas las que forman parte de Burden of dreams, elegimos estas diez:

(Quizá sea el momento de recomendar que, en homenaje a Herzog, se descarte el fácil trabajo de leer la lista y se opte por el engorro, ligeramente mayor, de tratar de conseguir el documental y mirarlo. Por supuesto, a ese segundo sendero se lo puede eclipsar con muchos otros, como el de tratar de imaginar el documental o, por qué no, filmarlo nuevamente. Hay también una opción menos noble que la de leer la lista, verbigracia, la de abandonar la lectura inmediatamente y dedicarse a otras cosas. Cambiamos, entonces, la recomendación original: si no se van a tomar el trabajo de volver a filmar el documental, lean el siguiente decálogo de complicaciones adicionales).

1) Amenazas de muerte por parte de los aguaruna, que, tras años de verse usurpados por las petroleras, las madereras y el gobierno, no se mostraban especialmente dóciles cuando se apersonaba un blanco con un poco de parafernalia. Tampoco facilitaba las cosas el hecho de que los nativos creyeran que Herzog planeaba arrancarles la cara y sacarles la grasa para lubricar aviones, sospecha que probablemente haya estado infundada.

2) El actor elegido originalmente para el rol protagónico no era Kinski, sino Jason Robards, que, para desgracia de Herzog, tuvo la mala idea de pescarse una disentería que lo dejó redondamente fuera de la cinta. Vaya como nota de color el hecho de que, cuando Robards quedó seco, ya se había filmado casi la mitad de la película, mitad que tuvo que ser desechada. Por cierto, este retraso también suscitó el plumazo que borró de la filmación (y del guión) al personaje que interpretaba Mick Jagger, que tuvo que retirarse a grabar un disco, probablemente malo, de los Rolling Stones.

3) Trabajar con Kinski. Se sabe que Herzog, en quedándonse sin protagonista, tanteó al menos a un actor más (Jack Nicholson) antes de resignarse a llamar a Kinski. La postergación de tamaño actor (aunque nos gustó más en otras películas) es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que Herzog ya había trabajado con Kinski en esa misma selva y sabía que Kinski, ya heroicamente engorroso en situaciones de confort, en un ambiente hostil era directamente insufrible: a su habitual sed de atención le sumaba la incómoda actitud de ostentar cierto grado de unidad mística con la naturaleza y mostrar, al mismo tiempo, repugnancia y hastío ante la menor ausencia de comodidad). Se puede acceder a todo este conmovedor cholulaje sobre Kinski en Mein liebster feind (1999), también de Herzog.

Si bien en Burden of dreams Kinski pasa casi
desapercibido, es fama que durante el rodaje de Fitzcarraldo estuvo bastante insoportable. A su favor, podemos decir que esta vez no trató de matar a nadie, casi no amenazó con abandonar la filmación y se violentó con muy pocos extras. De todos modos, los extras hicieron gala de hospitalidad indígena y le dijeron a Herzog, gentil y sinceramente, que no tenían problemas en asesinar a Kinski, sin compromiso alguno.

4) La refacción y/o reconstrucción de tres objetos (barcos, digamos) de casi 100 años de antigüedad, que hubo que rastrear por todo el continente. Todo esto se hizo a pesar de la certeza de que probablemente, durante el rodaje, los objetos encallaran o directamente se desintegraran contra las rocas de los rápidos.

5) Construcción de un campamento de filmación en el distrito en el que el diablo perdió el poncho, rodeado, en el mejor de los casos, por 500 millas de selva amazónica. Esta colonización se hizo únicamente porque Herzog estaba convencido, con razón, de que el aislamiento generaba aptitudes inéditas entre los actores y los técnicos (algunas de esas aptitudes son el hastío, la enfermedad, la violencia y, probablemente, la muerte). La necesidad (nos resistimos a poner comillas) de hacer una mudanza efectiva y real del barco, por supuesto, es hija de la misma actitud. Otro tanto puede decirse del hecho de pasarse días enteros sin filmar, esperando un crepúsculo determinado ("my magic hour"), que Herzog juzga obligatorio para algunas escenas.

6) Pérdida irremontable de la cordura del director, aunque no sabemos si esto es una complicación. En una escena, parado sobre la proa de uno de los barcos, que avanza río abajo, Herzog cuenta a cámara que está un poco preocupado porque es probable que encallen, lo cual, de ocurrir, retrasaría la filmación unos seis meses (más). Todo esto lo dice con una sonrisa radiante (en términos germánicos, claro). Todo esto lo dice mientras el barco, irremediable y obviamente, encalla. Este señor es el mismo que se comió sus zapatos para pagar una apuesta cinematográfica, momento también retratado por Les Blank.

7) Ataques, ya no amenazas, de algunas tribus de la zona. Resultado: dos extras heridos, atravesados por unas cuantas flechas (a razón de tres per cápita). Segundo resultado: mementos autóctonos para el hijito de Herzog ("He will be excited to know this went through a man").

8) Ataques entre los mismos extras índigenas, que, no acostumbrados a estar en grupos grandes y un poco cansados del tema del cine (firmaron contratos por tres meses, llevaban seis) estaban siempre al borde de ponerse a tallar entre ellos.

9) La necesidad de contratar prostitutas para el campamento (por pedido de los misioneros católicos de la zona), a fin de que todo el equipo (extras, técnicos, actores) le huyera a la tentación de confraternizar con las poblaciones locales.

10) Renuncia del ingeniero brasileño contratado para diseñar el sistema de poleas necesario para izar el barco. Cabe decir que la renuncia se presentó porque Herzog no estaba de acuerdo con la inclinación del terreno (20°) propuesta por el ingeniero (la mitad de los imposibles 40° que Herzog tenía en mente). También puede decirse, en parcial desagravio, que el profesional no se tomó el olivo porque le hubieran rechazado la idea, sino porque estaba bastante convencido de que era probable que los indios, encargados de manejar las poleas, "salieran disparados como cohetes".

Hay que aclarar también que Herzog claudicó un poquito y compró la topadora incluida como bestia de tiro en el proyecto del ingeniero. Eso sí, tuvo la precaución de adquirir una especialmente propensa a descomponerse.

En vista de que son casi las tres de la mañana y de que anteriormente prometimos un decálogo, para dar por finalizada la relación, decimos que:

casi cuatro años después del comienzo de la preproducción, el barco remontó la ola de tierra y Fitzcarraldo llegó a buen puerto.

De todos modos, a juzgar por algunas de las maravillosas respuestas del director a las preguntas de Blank (que ya copiaremos en alguna otra entrada), nos parece que a Werner le gustaría seguir yugando en la cima del monte, con barro hasta las rodillas, en compañía de los campa, los machigüenga, los aguaruna y, tal vez, Kinski.