lunes, febrero 18, 2008

"I've always dreamed of pulling a Guy Fawkes on the Texas Legislature"

A los que hacemos este espacio nos interesan tres cosas y nada más:

a) Patalear; berrear; llorar; gritar; bostezar dicterios, condenas y maldiciones; mostrarnos insatisfechos, ofendidos y afrentados; y denunciar moqueando la saña del Universo, reconociéndole, cuando cabe, la gracia y el arte. En suma: ser una pésima influencia para todos los que leen y que tienen el mal gusto de ser felices demasiado tiempo.
b) Que nos quieran.
c) El equilibrio, la analidad, algunas concepciones de la simetría y, por qué no, el karma.

Es en alas de esa última inquietud que venimos a romper el honroso silencio de la última semana, hijo, probablemente, de las múltiples visitas al paraíso* (en sus versiones naturales y artificiales) que nos mantuvieron ocupados.

Y es en alas de esa última inquietud que pretendemos hacerle justicia a cierto país del Norte, que por culpa del análisis simplista de los medios (había que decirlo) se está haciendo fama de imperio decadente; de cuna de boys of Bedlam; de caldo de cultivo de amigos de lo fácil, que en busca de atención se cargan a sus pares y, cuando se aburren o se asustan, se descerrajan un corchazo; en pocas palabras, de lugar lleno de locos.

Es por eso que soltamos este tiro para el lado de la justicia y sacamos a la luz las siguientes películas, que sostienen precisamente lo mismo, pero que al menos le reconocen a los habitantes de Estados Unidos un poco más de creatividad al momento de descarrilar e irse de madre.

En primerísimo lugar hablamos de una película que ya mencionamos en Lo Terrible: Gummo (1997), de Harmony Korine. Ideal para los entusiastas de la crueldad contra los animales; los macrós que se las rebuscan como pueden para armar el plantel; los que encuentran solaz en agarrarse a trompadas con una silla; los que se afeitan las cejas; y los capaces de bancarse una película insoportable (en el buen sentido), para llegar a una escena levemente tierna, que, sólo por contraste, conmueve hasta el paroxismo.

El segundo lugar, íntimamente relacionado con el anterior, es para Ken Park (2002), de Larry Clark, con guión del enfermo de Korine**. Otra película insoportable (en todos los sentidos posibles), ligeramente más digerible que la anterior, aunque más no sea por carecer de acordeonistas vestidos de conejo. Por otro lado, es pródiga en incesto. Demasiado pródiga, quizás.

La última es Slacker (1991), del multifacético y polifuncional Richard Linklater***, definitivamente la más humilde de las tres y, por escándalo, la que menos rechazo produce. De hecho, varios personajes (en especial el viejito anarquista, autor de la frase que corona la entrada) caen simpáticos aunque no quieran. Si la versión que conseguimos no tuviese una calidad de imagen tan desesperante, pondríamos capturas.

Antes de que armen la de Dios y nos desarmen el establecimiento por haber contado partes de películas que de todos modos no van a ver, queremos que conste en actas que las tres películas comparten una notable falta**** de argumento: en otras palabras, con revelar una o dos viñetas por película, no arruinamos demasiado la sorpresa.

Como corolario de la búsqueda de equilibrio que motiva la entrada, agarramos esta trilogía de películas vacías de belleza y la ponemos cara a cara con The Curse of the Golden Flower (2006)*****, de Zhang Yimou.

Dijo (preocupantemente) Tom O'Bedlam: "Es tan anal que duele".

Dijo (para sí) La fruta: "Ahora que los corsets llegaron al wuxia, me las voy a ver en figurillas para sostener la mentira del gusto por el cine de autor".


*Íbamos a poner "paraíso perdido", pero es una redundancia.
**A estos dos también les debemos Kids.
*** Va siendo hora que confesemos que adoramos a este tipo. Bien podríamos salir del paso diciendo que lo queremos por
Before Sunrise (1995) y Before Sunset (2004), que nos encantaron, pero no: hacemos gala de un coraje inútil y le agradecemos Dazed and Confused (1993), película que todos tendríamos que tener en cuenta a la hora de vestirnos.
****Eso de compartir carencias es, al menos, llamativo.
*****La traducción literal del título original (algo así como "cuando la armadura dorada inunda la ciudad") nos gusta más.