martes, diciembre 18, 2007

Procrastinación

a) Elevamos una plegaria a Limpang-Tung y a Ian Anderson, su profeta, para que estos dedos nudosos, que en nuestra adolescencia quiromántica descubrimos cargaban una connotación negativa y que tan bien se portaron en otras lides, no se rebelen mañana y se muestren dóciles y nos dejen soñar que este nuevo fato musical, postergado por casi una década, puede acompañarnos hasta la artritis.

(O hasta que perdamos el dominio de nuestros esfínteres, en cuyo caso seremos piadosamente asesinados por un matón improvisado y por un amigo fiel, que van a coincidir en una sola persona).

b) Es posible que el de la puntualidad sea el único terreno en el que le escapamos a las medias tintas: somos célebres por llegar a los festejos antes que los festejados y por pasar a buscar gente que, esgrimiendo convenciones sociales que ignoramos redondamente, todavía se está bañando. No somos tan conocidos, aunque deberíamos, por llegar tarde en serio: por mendigar un abrazo largo en un departamento vacío; por enojarnos después de haber perdonado; por haber descubierto a Battles unos pocos días después de pasada la oportunidad de verlos en vivo.