viernes, julio 27, 2007

Irrespetuoso magreo metafísico de "Zamba de Vargas"

Siempre me las vi de colores para hacer la relamida distinción entre "letra" y "música". Si bien es cierto que, muy de tanto en tanto, me topo con una letra que rompe el envoltorio musical (entiéndase por eso: la instrumentación, si la hay; la armonía; y las manifestaciones hiperbólicas de la melodía y el ritmo que, por lo general, sirven para distinguir etruscamente entre un punto que habla y otro que canta), que me obliga a "leerla", es decir, a interpretarla en tanto que instancia de un sistema de signos y no en tanto que instancia de un sistema de signos.

Fue así que juzgué valiosa la letra de "Milonga de Jacinto Chiclana", de Borges, sin tomarme el laburo de abstraerla de los mitones de Rivero.

Fue así que aprendí canciones en inglés (cuando todavía no tenía el dominio marginal que tengo ahora del idioma) con horrores gramaticales, semánticos y fonéticos, que jamás logré corregir (ni siquiera con el dominio marginal que tengo ahora del idioma). Vaya como ejemplo "Thick as a brick" de Jethro Tull, donde brilla un "does" que yo pronuncio indefectiblemente como /ðɔ:f/, que juzgué entonces la forma obvia de pronunciar el improbable "though" que suponía iba ahí, cuya pronunciación desconocía tanto como su uso.

Fue así que pasaron años de escuchar composiciones, infinitas veces, sin tener la más remota idea de lo que decían las letras, que, ya que estamos, sabía de memoria.

Y es en este último componente de la anáfora donde viene a caer la letra de la mencionada "Zamba de Vargas", ignorada por años, tapada por el piano embrujado del Cuchi.

Antes de seguir tendría que aclarar que la versión de marras es la del querido Dúo Salteño, incluida en el disco El canto de Salta (1971), más que nada porque la zamba en cuestión es anónima y, seguramente, sea pródiga en variaciones.

Ahora sí, desde arriba.

Forman los riojanos en Pozo 'e Vargas.
Los manda Varela, firme en batalla.
Contra los santiagueños, con gran denuedo,
Van a pelear.
Ya don Manuel Taboada, alta su espada
Se ve brillar.

Ortodoxamente, la primera estrofa no sirve más que para ponernos en contexto (creemos que esto es de la época de la Guerra de la Triple Alianza) y para empezar a perdernos en el piano embrujado del Cuchi. Así las cosas, planteados los riojanos contra los santiagueños (pueblos fértiles para la creación de estereotipos, que no serán enumerados aquí, un poco porque tenemos corrupto el recuerdo y otro poco por vagancia), nos ponemos en trance épico y esperamos la segunda.

Atacó Varela con gran pujanza,
Tocando a degüello, a sable y lanza.
Se oyen los alaridos en el estruendo
De la carga,
Y ya pierden terreno los santiagueños
De Taboada.

De acá no podemos rescatar demasiado, a menos que pretendamos desviarnos del fin original del análisis. Como nota de color y quizá como reivindación (hija, ojo, del autor anónimo de la letra) de los estereotipos silenciados más antes, podemos señalar cuántas estrofas necesitaron los santiagueños para empezar a perder y, por qué no, que la principal de las armas de los riojanos es la pujanza. Aprovechando el contexto militar, vayan 21 salvas para la sutileza.

"Bravos santiagueños", dijo Taboada,
"Vencerá la muerte, vuelvan las caras.
Por la tierra querida demos la vida
Para triunfar".
Y ahí nomás a la banda la vieja zamba
Mandó a tocar.

La verdad, ya no le tenemos tanta fe al análisis que veníamos carburando. De esta estrofa nos quedamos con una inquietud correspondiente al segundo verso, en el que estamos seguros de escuchar "vencerá la muerte, vuelvan las caras" (concepto más bien anglosajón), por mucho que creamos que a una composición vernácula le calzaría tanto mejor un "vencer o la muerte, vuelvan las caras". Rescatamos también la idea de azuzar a las tropas con música, aunque no nos convence demasiado la elección del ritmo. Vamos con la última:

Y en el entrevero, se alzó esta zamba,
Llevando en sus notas bríos al alma.
Y el triunfo consiguieron los santiagueños.
Y este cantar,
Pa'la eterna memoria, Zamba de Vargas,
Siempre será.

Es en esta estrofa donde acechan el misterio y, posiblemente, la locura. Porque, ¿qué otro fin le espera al entendimiento de quien (a diferencia de uno) presta atención a la letra y advierte que la zamba ("Zamba de Vargas") y la zamba que la menciona ("Zamba de vargas") son exactamente la misma zamba ("Zamba de Vargas")? La deixis hecha por tierra prácticamente toda ambigüedad.

¿Qué habrán pensado los soldados de Taboada cuando Taboada mandó a la banda a tocar la zamba que cuenta cómo la banda de Taboada tocó la zamba para los soldados de Taboada, por pedido de Taboada?

Suponemos que los más pragmáticos se regocijaron con la noticia de que iban a salir airosos del entuerto.

Esperamos, deseamos y sabemos que al menos uno haya pensado lo mismo que aprendiéramos en Waking Life (Richard Linklater, 2001): que

la Eternidad es un instante, y ese instante es ahora.