viernes, mayo 04, 2007

10 mantos de piedad

Los amigos de las conspiraciones dirán que todo es hijo del afán ahorrativo de la editorial. Sabe Dios cuánto cobra un revisor, un imprentero de ley o, en última instancia, alguien que pase las hojas con un mínimo de atención.

Lo cierto es que mi copia de Adán Buenosayres es pródiga en hojas en blanco, en especial en la sección correspondiente a la tertulia en lo de los Amundsen (sobre la cual, por razones evidentes, no puedo dar mayores precisiones), como si un telón rebelde (y blanco, por cierto) decidiera buscar (de manera un poco violenta) la participación activa del lector.

Sin embargo, en alas del novedoso espíritu realista y pragmático que nos empaña los lentes, después de leer algunas de las pocas cosas que se dejan leer

(..."sería en una tarde con olor a hojas muertas, ¿dónde?, ¡qué importaba!";

"...la mirada que le tendería [...] como un puente";

"...ante lo 'imposible' de hoy y la dulzura del 'pudo ser'...")

sabemos que la tinta se escurrió, bondadosa, y que espera tiempos, mejores o peores, en los que las palabras no aturdan tanto.

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