viernes, mayo 06, 2005

Balance

En fin. Yo dije que el tema de la traducción del diccionario es algo que -voy- a lamentar en algún punto de mi vida.

Redoblo:

La traducción del diccionario también es algo que estoy lamentando por algo que -hice- en algún punto de mi vida. Sólo así se entiende la situación. Por un lado, está la frustración de saber que lo que uno traduce no responde al uso: la versión castellana de este diccionario va a contener multitud de significantes que en español no existen. Por otro lado, está la locura inducida por encontrarse (en el original) con definiciones que tienen la delicadeza de metainvocarse. Supongamos que uno se encuentra con una sigla; por ejemplo, ISI. Deja que sus ojos viajen hacia el oriente y se topa con la definición de la sigla; por ejemplo, Instituto Superior del ISI. Sépanlo, sólo por haber leído el ejemplo, están un poco más locos. Ahora traten de imaginarse tres caras de una pirámide al mismo tiempo. Van a ver que pueden.

Ésa es la situación. En la batalla que decide qué acto alevoso es el causante del presente, uno sabe que el cuarto pelo que se seccionó en una noche de un año par tiene tantas chances de ganar como las mentiras más crueles de la infancia. Igual, uno tiende a tener algunas preferidas:

Una vez fui el soldado realista que, queriendo matar a San Martín, mató a Cabral.

Todo el episodio de la ciega y la epiléptica, que por un momento fueron la misma persona.

Las inexplicables sonrisas post-mortem.

Los dos latrocinios.

Lo terrible.